martes, 27 de enero de 2009

Sobre 'Cántico' (V)

(Léase antes el poema del que se habla: Más allá, I. Para verlo, seguir la etiqueta Sobre Cántico, es la entrada anterior a ésta de la serie.)

Hay un paréntesis en que es el alma y no es el hombre. En ese paréntesis, el alma ocupa el cuerpo. Es, entonces, que a través de los sentidos el hombre toma consciencia del mundo y de sí. ‘¡Luz! Me invade / Todo mi ser. ¡Asombro!’.

Esa luz es inherente al hombre, su capacidad sensorial, a la vez que exógena, el sol, claro. Concretamente, la vista es la que activa la luz; los ojos son, según Jorge, nuestra primera ventana al mundo. Y, ¡cuidado!, el asombro que despierta su ser enciende otra luz que nos alumbra, la razón. La razón posibilita el asombro. La razón es la primera en sentir sorpresa por lo nuevo, lo no conocido. Lo asombroso es lo que inquieta, desconcierta, sorprende, a la razón.

Cuando hablamos de aquella primera luz, la sensorial, no lo hacemos en Jorge en el sentido en que lo haríamos con Lorca. Cuando Federico dice ‘La luna vino a la fragua/ con su polisón de nardos’, Federico nos abre todos los sentidos. Vemos la luna y la fragua, oímos el latido sobre el yunque, sentimos el tacto del herrero en el martillo, olemos los nardos. Sólo la lengua dejamos guardada, a no ser que esta luna nos incite ciertos deseos sexuales. O que imaginemos el herrero tragando su sudor.

Jorge no, Jorge va más despacio. Ha despertado nuestra vista, sí, pero el tacto aún no, inconcebible. ¿Qué es esa inmensidad que rodea el tiempo? ¿Será el propio sol, circular (por no decir esférico) que lo define? ¿El ser, eso que vagubundea asaltando cuerpos? En cualquier caso, intangible, intocable.

Y bueno, sí, se oyen ruidos, ‘ruidos que irrumpen’, pero a saber qué, yo no oigo nada. O tal vez sí, tal vez oigo todo, es decir, nada. Todo, pero ese todo es un mundo que aún no puedo nombrar, estoy naciendo. Prestando mucha atención podríamos oír ‘por entre hervor de luz’. Y, más evidente, ‘Con la sonoridad / Más tenaz: sí, sí, sí, / La palabra del mar!’. Así que un hervor y las tenaces olas del mar. Pero Jorge ama el silencio: “¡Con la esencia en silencio/ Tanto se identifica!”. Este silencio es el de la creación, que entregada a nosotros no nos muestra un sentido.

En fin, seguiremos.

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