martes, 10 de marzo de 2009

Sobre Cántico (XI), última parte del poema 'Más allá'


'Toda la creación,/ Que al despertarse un hombre/ Lanza la soledad/ A un tumulto de acordes.' Comenzamos por el final, en esta ocasión, para señalar que estamos en el principio. Recordar: '(El alma vuelve al cuerpo,/ Se dirige a los ojos/ Y choca.) -¡Luz! Me invade/ Todo mi ser. ¡Asombro!'. Sobre estos versos decíamos que represetaban el despertar de la consciencia en el hombre, un despertar racional a la luz, un cobrarse los sentidos, que es la misma expresión con la que concluye el poema. Así que reincide, y no nos hemos movido. Únicamente, que ahora matiza que el despertar del hombre a toda la creación lanza su soledad a un tumulto de acordes. Y aunque esta expresión parece feliz, feliz tumulto de acordes (¡el oído, ahora, y no la vista!), tumulto de por sí tiene una significación negativa. 'Tunulto de acordes' puede tomarse, entonces, como desacuerdos. Confusión, alboroto, ruído; esto es tumulto. Nada acordado, nunca, por más que Jorge quiera despistarnos con en esta fachada. Estas contraposiciones tan violentas, que le valen en Jorge para manipular las palabras y hacernos percibir lo contrario de lo que dicen, son muy frecuentes en 'Cántico'. Nos dulcifican la acre realidad que sin embargo muestran.
'Una tranquilidad/ De afirmación constante/ Guía a todos los seres,/ Que entre tantos enlaces/ / Universales, presos/ En la jornada eterna,/ Bajo el sol quieren ser/ Y a su querer se entregan// Fatalmente, dichosos/ Con la tierra y el mar/ De alzarse a lo infinito:/ Un rayo de sol más.' Otra vez, ese tumulto de acordes nos aprisiona. Y nosotros, fatalmente dichosos, qué dicha de prisión, bajo el sol queremos ser (¡qué remedio!, y a ese querer ser nos entregamos. Ésa es nuestra dicha fatal, querer ser, pues no somos: continua insatisfacción. Y ese auténtico querer ser es perdernos, fundirnos con la tierra y el mar, alzarnos al infinito como una rayo de sol más. 'Nunca separa el cielo'. Una idea realmente romántica, si pienso en Hölderlin y su Hiperión, o mística, si pienso en el origen de las religiones, no sólo la helena. 'Un rayo de sol más'.
'¡Oh perfección! Dependo/ Del total más allá,/ Dependo de las cosas.' Las cosas son el más allá, el sol, el mar con el que fundirse. Todas aquellas que 'Sin mí son y ya están/ Proponiendo un volumen/ Que ni soñó la mano,/ Feliz de resolver/ Una sorpresa en acto'.
¿Y observáis qué sutilmente las toca? 'Que ni soñó la mano,/ Feliz de resolver/ Una sorpresa en acto'.
Y es que otra vez a través 'De un cristal de balcón' el mundo se nos ofrece, la luz del primer vergel que aun fulge aquí, 'Ante mi faz, sobre esa/ Flor, en ese jardín'. No tan cercana la flor, no tan cercano el jardín. A éstos apunta su dedo, su mano no los alcanza. Y sin embargo, qué brusca la presencia de los hombres, 'Rotundidad humana/ De edificio y refiere/ Su fuerza a mi morada'. Qué admirable ese vergel, que con 'empuje henchido/ De afluencias amantes/ Se ahínca en el sagrado/ Presente perdurable'. Qué esfuerzo es la vida, qué esfuerzo el cántico entre el devenir de los hombres.

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