sábado, 30 de mayo de 2009

Los pensamientos de Juan Armas Sánchez

El egoísmo es la fuerza de la vida. Sin egoísmo no se podría vivir. Lo que se llama egoísmo es un sentimiento de todo ser vivo y de todo ser humano. Considerarlo como algo especial de unos pocos es una candidez. El egoísmo es un común denominador de la Humanidad o, más exactamente, de todo lo vivo. Casi se puede asegurar que entre el que pasa por egoísta y el que pasa por no serlo no hay más que cuestión de estilo.
El hombre es un animal egoísta y rapaz como todos. No puede ser de otra manera, vida y egoísmo son paralelos. El hombre vela su egoísmo. Es natural.
La cortesía es la hoja de la parra del egoísmo, sin la presión del Estado y de la justicia, más de un individuo sería capaz de matar a su semejante y sacarle después la grasa y utilizarla para impermeabilizar sus botas.
Se ha filosofeado mucho sobre el egoísmo, pero todos los alegatos contra él no valen nada. El hombre es egoísta porque la preocupación por sí mismo es el principio de la vida. Si el hombre y el animal no fueran egoístas, desaparecerían del planeta. Si no tuviera el hombre inconscientemente, como tiene, una super-estimación de sí mismo, ya no quedaría rastro de él. ¿Quién se haría un retrato? Nadie. Uno de los orgullos del hombre es suponer que al lado de unas letras que forman su nombre y su apellido, que son tan suyos como de cualquiera, hay una cabeza pintada por un artista más o menos experto y que en el porvenir una masa de gente que no sabe quién era aquel hombre representado en el lienzo, ni qué hizo en la vida, ni quién lo representó en el cuadro, va a pasar por delante de él y a hacer un comentario más o menos serio o más o menos irónico.
¡Qué pobre ilusión!
Egoísmo es no aceptar el bien que nos ofrecen, acaso porque no estamos seguros de poder corresponder con nuestra gratitud.

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