martes, 26 de enero de 2010

Continuamos comentando la segunda parte de 'Todo en la tarde', poema de Cántico

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‘¡Trepidación! Monótona,/ Continua, propagada’, como onda en onda sobre el agua, de hombre en hombre. Trepidación que ‘Precipita galopes/ -Sin cuerpos ya- de máquinas’. ¡Ah, el hombre deshumanizado, amigo Ortega, ah, el hombre máquina precipitado que no se detiene jamás! Hombre invisible e invidente apasionado de su ceguera (‘Invisibles, a ciegas/ Calientes, animales’).

En sus automáticos impulsos discordes, que componen esa dodecafonía explícita en las dos primeras estrofas, desemboca en prisa por ser feliz. ¿No es, a la inversa, qu ela prisa por ser feliz, la prisa por la satisfacción, desemboca en esos simultáneos impulsos disonantes? ¡Qué más da! ¿Hay nubes en el cielo porque hay agua en la tierra o es el agua en la tierra por las nubes del cielo? Vamos, huevo y gallina, que son a la vez.

Y frente al barullo y al bronco rumor, ahora visible y audible en las bocinas,la soledad de un solo ser, de un solo hombre, que se asoma distante. Según creo, desde la altura de una ventana. ¿Dónde lo dice? Desde los primeros versos de este Cántico. ¡Ah! Y que lejos y que grata queda la calle.

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