martes, 5 de enero de 2010

Continuamos el comentario de 'Todo en la tarde' en Sobre Cántico

Pero hagamos memoria por un momento. Comenzó este bloque del poemario con el alba. Hemos pasado por el mediodía (Esfera terrestre), llegamos ahora a la tarde y pronto anochecerá, y sumidos en la oscuridad concluirá esta parte. Desde la salida del sol a la noche de luna. (Me estoy anticipando un poco, pero en fin, ya se ve, ¿no?) ¿No es cada apartado más que una jornada, entre amanecer y ocaso? Es un poco descabellado decir esto, que hemos pasado por ¿todas? las estaciones. (El verano se menciona explícitamente en Tiempo perdido en la orilla’; ‘Era aquel aroma/ De Mayo y de Junio’ de ‘Los tres tiempos’ nos habla de la primavera, como de primavera e invierno nos habla ‘El ventarrón de marzo’ de ‘Impaciente vivir’, que está al caer y es el penúltimo verso de este trozo; y también del invierno nos habla ‘Con nieve o sin nieve’, como en ‘Escalas’ encontramos rastro del otoño: ‘Bajo tantas hojas// Perdidas…’) Pero si no es posible pensar que las sucesivas series sean el desarrollo de un día cada una, tal vez sus aperturas con el amanecer y sus cierres con la oscuridad no representen más que tercas tentativas ( y frustradas) de esclarecimiento. ¿Esclarecimiento de qué? ¡Anda, anda, no gastes bromas!

En cualquier caso, el día con el sol y la noche con la luna quedan fijados y marcan inicio y fin. Un principio que volverá a ser y un final que no cierra, sino que reabre. A los días, la noche; a las noches, el día.

Volvamos específicamente a ‘Todo en la tarde’, a su parte primera. ‘¡Nubes! Anchas y bajas’, inicia, y por muy sugerentes que se nos presenten las nubes, lo bajo que se nos presentan y lo ancho hacen que se nos asemejen a un techo. No es casual que descendamos luego a las vistillas de tejas de las casas. Esas nubes anchas y bajas, y esas tejas de turba cálida, están haciendo el mismo efecto, nos están limitando, cercando, acorralando.

Pero fijaos que inetresante que las nubes ‘esbozan/ A lo marino espuma’, trayéndonos el mar. No es el cielo ilimitado e invisible (por las nubes) al que compara con el mar, son las nubes las que se le asemejan, las mismas nubes que ocultan y nos sujetan., como decíamos hace nada.

Decir ahora: ¿recordáis el significado que dimos al símbolo del mar? En el comentario a ‘Esfera terrestre’ hablábamos de una doble vertiente: el conocimiento (por descubrimiento) y la memoria. Así, las nubes son un cielo que ocultan el cielo (parafraseanso un verso mío) y que comienzan a imponernos la oscuridad antes de que anochezca. Jamás a Jorge se le ocurrá tupir un cielo rural de nubes, es la ciudad (y sus gentes) la que ahoga y oculta. Es en la ciudad donde el hombre se asfixia sin horizontes y sin memoria.

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