miércoles, 24 de febrero de 2010

Jordi Doce esté en 'Poesía Caiptal'


PÁRAMO
Éstos son los dominios de la greda y la escarcha.
Más allá del cristal y los cabos de cera,
el alba es la insistencia creciente de sus ruidos,
el paso regular con que el tiempo revive.
Tras salir de la casa, torpes, desdibujados
por la vigilia, andamos por callejas
que extienden su ceguera sobre un páramo
incómodo, desnudo de sí, y nos sobresalta
el cuchillo del frío, el ladrido candente
de algún perro que lucha con el amanecer.
Inexorable, el plomo ha amordazado el cielo,
y una lluvia muy fina nos desgasta los ojos,
confunde nuestras ropas con la piel.
Otra vez el temblor, como la incertidumbre,
es un indicio en nuestros corazones,
un eco que revive viejas debilidades.
Andamos tercamente olvidados de todo.
De vez en cuando algún gesto amistoso,
alguna frase astuta nos recuerda
que la noche fue pródiga en sentencias,
en juicios caprichosos como la juventud
y proclamas que a nada comprometen.
Ahora, sin embargo,
tan próximo a la médula oscura de este mundo,
tan ajeno a los sueños y la bondad soñada,
doy en pensar, o intuyo acaso,
que demasiada urgencia, demasiada impotencia
nos llevan a este oficio para cuidar el mundo,
la cómplice atención de la mirada,
ese distanciamiento que exige toda página
para reconciliarnos con la vida.


CREDO
¿Y a qué, por quién
las preguntas?
La vida se disipa
en el sentido. No hay razones
o las razones nos evitan. Di mejor,
si es que decir te importa,
el fulgor de la tarde en el ramaje,
la floración del cielo y su descenso,
cuanto es asombro en la mirada
porque algo ha cruzado, y palpita,
y en el rumor ajeno de su sangre
pregunta y respuesta son una
con un golpe final que se te escapa.

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