martes, 13 de abril de 2010

Continuamos Sobre Cántico

Con las anteriores observaciones, hemos demostrado (se me consienta el lenguaje Matemático) que en Cántico, que se suele tomar por pura celebración, hay un hombre que se busca a sí entre la multitud urbana y que su sufre de sus prisas y agobios, y que se prefiere (o al menos ahí imagina la dicha) en un mundo bucólico. ¡Atención! Cuando se habla de la generación del 27 y de su espíritu urbano, juvenil, deportivo (más claro, por ejemplo, en algunos poemas de los primeros libros de Salinas que me permito no traer ahora), inclusiva de los elementos de la modernidad (coches, trenes) no se toma en consideración, por tanto, el Cántico de Guillén, que en este punto es, si se quiere, reaccionario. Y es que hay que andarse con mucho ojo: el Jorge Guillén que inicia Cántico (el que publica la primera edición de 1919) tiene 26 años, pero el que lo concluye (el que publica la edición de 1950) tiene 57 años. Bien conocida la cincuentena, en los prodigios de la técnica no se observa magia, y es más el interés por recuperar o retener que por descubrir.¿Sí? Téngase esto en cuenta al hablar del 27, pues Jorge, sin duda, pertenece a esa generación y su Cántico es un exponente de élla.
¿Me permitirás, entonces, cambiar el adjetivo reaccionario por conservador? O, mejor aún, diré que su posición es más reflexiva y sensata que la sus compañeros de generación, más madura, menos impulsiva. Y sin embargo, Jorge, el menos juvenil, también es el más gongorino (como dicen en México), el más puro. (¡Venga, arriba, Jesús, arriba, crécete!) Jorge es el 27. Jejeje, afirmo.
Donde sí vemos en Jorge una actitud desafiante (a pesar de la mala conciencia) es en la búsqueda de la propia salvación (la mala conciencia nos la da la imagen del hombre óscuro bajo el árbol). Jorge mismo es (o está) en el centro de sus poemas desvelándonos su intimidad: ‘Ven a ver’, nos invita. Él, tan puro, se nos desnuda. (¿Lo ves mover las caderas al desvestirse?) Ni siquiera a su madre en la dedicatoria inicial le cede el protaginismo: ‘A mi’, comienza, y sigue ‘madre’.
En suma, creo que este aspecto queda sobradamente esclarecido. Ya sabemos a Jorge-isla en algunos de sus modos y maneras.

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