miércoles, 8 de junio de 2011

'Cien coplas por soleá', Ediciones Árdora, 2000 (2, y fin)

Desgraciaito de aquel
que come de mano ajena,
siempre mirando a la cara,
si la ponen mala o buena.

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A la tierra sólamente
le cuento lo que me pasa
porque no encuentro en el mundo
persona de confianza.

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Dejo mi puerta entorná
por si alguna vez te diera
la tentación de empujar.

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El que quiera que me siga
y el que no con Dios se quede,
al que me siga fatigas,
que otra cosita no espere.

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Tiro piedras por la calle,
al que le dé que perdone:
tengo la cabeza loca
de tantas cavilaciones.

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No canto pa que me escuchen,
ni pa sentirme la voz,
canto pa que no se junten
la pena con el dolor.

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Quise cambiarle y no quiso
su pañuelo de lunares
por otro de fondo liso.

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Dos vereítas iguales,
¿cuál de las dos voy a coger?
Si cojo la de mi gusto
mi perdición ha de ser.

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Acuérdate cuando entonces
bajabas descalza a abrirme,
y ahora tú no me conoces.

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Fui piedra y perdí mi centro
y me arrojaron al mar,
y al cabo de mucho tiempo
mi centro vine a encontrar.

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Que nadie tenga fatigas,
que todas las tengo yo,
yo tengo una losa negra
metida en el corazón.

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Cada vez que considero
que me tengo que morir
tiro una manta en el suelo
y me harto de dormir.

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Abuelos, padres y tíos,
de los buenos manantiales
se forman lo buenos ríos.

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Te quisiera preguntar
su cuando me ves te alegras
o te sirve de pesar.

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Anda y díselo a tu gente
y si te dicen que no
coge la ropita y vente.

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Dicen que he robao un cáliz,
¡ozú, qué mentira es eso!,
desde que me bautizaron
no he vuelto a entrar en un templo.

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Yo no sé lo que le dió
a la yerbabuena, mare,
que era verde y se secó.

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Por donde quieras que ibas
vas diciendo que soy tuya,
¿qué cadena me has echao
que me tienes tan segura?

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La noche del aguacero
dime dónde te metiste
que no te mojaste el pelo.

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Al pie de un árbol sin fruto
me puse a considerar
qué pocos amigos tiene
el que no tiene qué dar.

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A to el que tiene duquelas
se le conoce en la cara,
a mí me estaban ahogando
y nadie me lo notaba.

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Nadie hable mal del día
hasta que la noche llegue,
yo he visto mañanas tristes
tener las tardes alegres.

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Yo me quito la camisa
y la tiro en tu corral,
a ver si viéndome en cueros
me tienes más voluntad.

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Tu ventana es una cárcel
con el carcelero dentro
y el prisionero en la calle.

Coplas anónimas. Antólogo: José María Rubio.

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