martes, 28 de junio de 2011

Noticia de Augusto Ferrán. Su poesía (4)

Al comienzo de su obra 'La soledad', Augusto Ferrán recoge coplas anónimas bajo el título de 'Cantares del pueblo'. Ahí van otras 20.

Cantares del pueblo

XLI
Pierde pan y pierde perro
quien da pan a perro ajeno;
yo no te quiero dar nada
por no perder más que el perro.

XLII
Anoche ensoñé un ensueño
que yo tengo por verdad:
en estando un hombre ausente
otro ocupa su lugar.

XLIII
El diablo, por su avaricia,
se condenó y fue al infierno,
y a ti, por avariciosa,
te va a suceder lo mesmo.

XLIV
Una me dijo que sí,
otra me dijo que no:
la del sí, quería ella;
la del no, quería yo.

XLV
Arbolillo, te secaste
teniendo el agua en el pie,
en el tronco la firmeza
Y en la ramita el querer.

XLVI
Agua menudita llueve
y ya corren las canales;
ábreme la puerta, cielo,
que soy aquel que tú sabes.

XLVII
Hace ya muy largos años
que te hablo y no me comprendes;
no te echo la culpa a ti,
sino es a mi mala suerte.

XLVIII
Yo creí que con el tiempo
mis penas se acabarían,
y se me van aumentando
como las horas del día.

XLIX
Esta sí que es calle angosta,
calle de temor y miedo;
quiero entrar y no me dejan,
quiero salir y no puedo.

L
Hermanita de mi vida,
qué quieres que yo te cuente,
si el quitarme de tu vera
es quitarme a mí la muerte.

LI
Yo no sé lo que he de hacerme
atento de tu querer,
si lo deje por la mano
o si me pierda por él.

LII
Anda diciendo tu madre
que yo tengo mala lengua;
lo que yo he hecho contigo
no lo sabe ni la tierra.

LIII
Yo no sé lo que me has dado
que me has quitado el sentido:
me he puesto ya muchas veces
a olvidarte y no he podido.

LIV
Yo le respondí al verdugo
con palabras muy sensibles:
quítame pronto la vida,
que olvidarla es imposible.

LV
A un oscuro calabozo
me traían la comida;
más lágrimas derramaba
que bocaditos comía.

LVI
Yo sembré en un peñascal
creyendo que era en un llano;
me salió la tierra mala
y fue preciso segarlo.

LVII
Mi querer y tu querer
son dos quereres en uno;
y siempre estamos riñendo
por si es mío o por si es tuyo.

LVIII
En libertad, me querías,
y ahora, preso, me aborreces:
desgraciado aquel que cae
en las manos de los jueces.

LIX
Por causa de esa serrana
mi cuerpo se echó a perder:
el que siembra en mala tierra,
¿qué es lo que espera coger?

LX
El carrito de los muertos
ha pasado por aquí:
llevaba la mano fuera,
por eso la conocí.

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