viernes, 23 de diciembre de 2011

Ahora que llega la navidad, un mensaje del Jesús del amor... y de la ira a través de Santa Gema Galgani

El siguiente extracto es del "Epistolario de Gema Galgani" (santa de la iglesia católica), publicado por la Editorial Litúrgica Española en febrero de 1944 en la plaza de Barcelona. Concretamente, de la carta número 85 dirigida por Gema Galgani a su director extraordinario, el padre Germán de San Estanislao, a quien trata de "papá".



Carta fechada el 13 de octubre de 1901, extracto

No sé por dónde empezar, pero Jesús me ayudará. Hace varios días, que después de la Sagrada Comunión se deja sentir de tal manera que apenas puedo resistirlo, y me siento morir; me habla de ciertas cosas, que ha sido necesaria toda la buena voluntad de Jesús para hacérmelas entender. Hará unos diez días que, apenas recibido, me hizo esta pregunta: "Dime, hija, ¿me amas mucho?..." ¿Y qué responder a esto, papá mío?... El corazón respondió con sus palpitaciones. "¿Y si me amas -añadió-, ¿harás cuanto yo quiero?..." También a esto el corazón respondió, manifestando el deseo que tenía. "Es un negocio importante, hija mía: tienes que comunicar cosas grandes a tu director..." A lo que, papá mío, respondí con estas palabras: "¡Oh Jesús! - le dije -, por caridad: no me mandes que vaya a monseñor; ya sabéis bien, ¡oh buen Jesús!, que este no hace caso de las cosas de mi fantasía". Y Jesús entonces: "No, no; quiero que te dirijas a tu papá. Espero que él ha de dar a mi Corazón la satisfacción que deseo".

Y me parece que siguió diciendo: "Hija mía - exclamó suspirando -,¡cuánta ingratitud y malicia hay en el mundo! Los pecadores siguen viviendo en la pertinaz obstinación de sus pecados. Mi Padre no les puede tolerar por más tiempo. Las almas viles y flacas no se hacen ninguna violencia para vencer la carne. Las almas afligidas se amedrentan y desesperan. Las almas fervorosas poco a poco van cayendo en la tibieza. Los ministros de mi santuario...", al decir estas palabras Jesús se paró, y luego prosiguió: "A ellos a quienes he confiado la continuación de la obra de la Redención..." Jesús se volvió a callar de nuevo... "A esos tampoco mi Padre puede tolerarlos ya. Yo les doy continuamente luz y fuerza, pero ellos... Ellos, a quienes yo he tratado siempre con particular predilección; ellos a los que siempre he mirado como a la pupila de mis ojos..." Jesús se volvió a callar y suspiró. "Constantemente, solo recibo de las criaturas ingratitud y malos tratos; la indiferencia va cada día en aumento, nadie se arrepiente. Yo, en cambio, desde el cielo, no hago sino dispensar gracias y favores a todas las criaturas; luz y vida a la Iglesia; virtud y poder a quien la dirige; sabiduría a los encargados de ilustrar a las almas envueltas en las tinieblas; constancia y fortaleza a las que deben seguirme; gracias de todas clases a cuantos justos y aun pecadores yacen escondidos en sus antros tenebrosos; hasta allá dentro hago yo llegarles mi luz, allí les enternezco y hago lo posible por convertirles... Mas ellos... ¿Cuál es el fruto de mis afanes? ¿Qué correspondencia hallo en las criaturas por mí tan amadas? Al ver lo que veo, me siento traspasar de nuevo el Corazón..." ¡Oh Jesús!... Pero vayamos adelante, papá mío... "Nadie se cuida ya de mi amor; mi Corazón está olvidado, como si nada hubiese hecho por su amor, como si nada hubiera padecido por ellos, como si de todos fuera desconocido. Mi Corazón está siempre triste. Solo me hallo casi siempre en las iglesias, y si muchos se reúnen, lo hacen con móviles bien distintos de los que yo quisiera; y así tengo que sufrir viendo a mi Iglesia convertida en teatro de diversiones; veo que muchos con semblante hipócrita, me traicionan con comuniones sacrílegas..."

Jesús habría continuado, pero yo me vi obligada a exclamar: "¡Jesús, Jesús, yo no puedo más!... ¡Si pudiese!..."

Jesús estaba muy conmovido; se paró un poco, y luego prosiguió dulcemente: "Hija, tengo necesidad de almas que me consuelen, cuando son tantas las que me disgustan. Tengo necesidad de víctimas, pero víctimas de verdad. Para calmar la ira divina y justa de mi Padre celestial, necesito almas que con sus padecimientos, tribulaciones y asperezas, satisfagan por los pecadores y los ingratos. ¡Oh, si pudiera hacer comprender a todos cuán irritado está mi divino Padre contra el mundo!... Nada hay posible de contenerlo. Está preparando un castigo terrible para todo el género humano. ¡Cuántas veces he tratado de calmarlo! La vista de mi cruz y de mis padecimientos no son ya bastante a contenerlo. Muchas veces le he calmado presentándole un grupo de almas escogidas, de víctimas heroicas. Sus penitencias, sus asperezas y sus actos herocios le han aplacado. También ahora para aplacarlo le he presentado algunas de estas almas, pero Él me dice: "No, no puedo más". Y es que estas almas, hija mía, no pueden bastar para tanto. Son pocas".

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