jueves, 15 de diciembre de 2011

Más sonetos de Quevedo

A la brevedad de la vida

¡Cómo de entre mis manos te resbalas!        
¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!        
¡Qué mudos pasos traes, oh muerte fría,        
pues con callado pie todo lo igualas!        

Feroz, de tierra el débil muro escalas,   
en quien lozana juventud se fía;        
mas ya mi corazón del postrer día        
atiende el vuelo, sin mirar las alas.        

¡Oh condición mortal! ¡Oh dura suerte!        
¡Qué no puedo querer vivir mañana   
sin la pensión de procurar mi muerte!        

Cualquier instante de la vida humana        
es nueva ejecución, con que me advierte        
cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.

Muestra lo que es una mujer despreciada

Disparado esmeril, toro herido;        
fuego que libremente se ha soltado,        
osa que los hijuelos le han robado,        
rayo de pardas nubes escupido;        

serpiente o áspid con el pie oprimido,
león que las prisiones ha quebrado,        
caballo volador desenfrenado,        
águila que le tocan a su nido;        

espada que la rige loca mano,        
pedernal sacudido del acero,
pólvora a quien llegó encendida mecha;        

villano rico con poder tirano,        
víbora, cocodrilo, caimán fiero        
es la mujer si el hombre la desecha.

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