lunes, 9 de enero de 2012

Un amigo poeta de los sobresalientes, Aarón García Peña



Es Aarón otro bicho raro, sin ser raro ni bicho. Un poeta en ideas (no hablo de estilo) de un Antonio Machado y otros de su tiempo a los que dolía España en la vida (como a todos) y además en el verso. Poeta preocupado por la forma y que se ocupa de ella, antes de este libro publicó una sextina en 'Dios y sus cómplices'; y ahora en aforismos, sentencias, máximas... pildoras poéticas, da comienzo con Barcelona a su 'Enciclopedia poética de España'.

Algunos versos me dan ganas de extraer, créeme, y se lo adeudo a Aarón si alguna vez tengo ocasión entre tantas locuras en las que ando, pero ya sabéis, y si no os lo digo, que el tremendo esfuerzo de teclear y transcribir se lo reservo a poetas no vivos y raros. Bastante ridículo hago con mi torpeza al teclado como para exponerme con versos de amigos. Aarón está a nuestro alcance. Y si me hubiera pasado su libro en formato electrónico gustoso os mostraría la selección que he hecho.

De todos modos sí que me comparte el poema que sin lugar a dudas prefiero, el que abre, y en el que Aarón nos da una muestra de su capacidad y elocuencia en la forma en que yo le prefiero, el endecasílabo blanco. Ahí va.

Te mueres, sí, ¡y qué!, me molestabas.
Te mueres sobre el prólogo incorrupto
de la Nueva Gramática Española,
al modo en que se ofrecen los ateos
por si buscara Dios quien le reemplace.
Te mueres sin saber por qué se caen
tus pulsaciones cuando escribes prosa,
por qué los ojos saben, si se cierran,
aquello que olvidaron al abrirse.
Te mueres por venganza, con costumbre,
sin consenso, amablemente a solas
como mi cuerpo en el sesenta y uno
después de concluir la Enciclopedia.
Te mueres para ser rememorado
muchísimo mejor de lo que fuiste.
Has comprendido demasiadas veces
las cosas que sirvieron para poco
y ahora que te mueres, español,
va siendo tiempo ya de que me importe.

No busques en mi voz ningún consuelo,
España es hoy el fondo de tu tumba,
el musgo que lubrica la paciencia,
cadáver que se excusa porque huele
y exige un cementerio para él sólo.
Te crees en democracia como un niño
se piensa que el maestro no le miente,
has elevado el mar unos centímetros
para cederle sitio a la torpeza,
aburres tantas veces como opinas
y sabes que tus pueblos se distinguen
por cómo engordan todos sus alcaldes.

Para reconocer a un español
observo si hace tanto como anuncia,
si quiere parecerse a quien desprecia
y lanza su barbilla hacia las nubes.
Los españoles somos parecidos
en eso de creernos especiales;
apenas unos pocos se lamentan
de hacer, de su dinero, sus disgustos.
Así las cosas, ¿cuál es el enigma?,
España es no saber en qué has fallado.
Quien quiera fallecer que lo haga ahora.
Quien quiera ser feliz que me pregunte.

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