viernes, 20 de abril de 2012

En 'Versiones' de Rosario Castellanos el poema de Paul Claudel 'Oda segunda, el espíritu y el agua' (8)

Estás cogido. Y de un límite al otro del mundo alrededor de ti, te he tendido la inmensa red de mi conocimiento. Como la melodía que empieza en los cobres, gana las maderas y progresivamente invade las profundidades de la orquesta, y como las erupciones del sol que repercuten sobre la tierra en crisis de agua y en altas marejadas, así, desde el más grande ángel que te contempla hasta el guijarro del camino y de un punto de tu creación hasta el otro no hay separación, así como no la hay entre el alma y el cuerpo; el movimiento inefable de los serafines se propaga en el nuevo orden de los espíritus. ¡Y he aquí el viento que se levanta a su vez sobre la tierra, el Sembrador, el Cosechador! Así el agua continúa al espíritu y lo soporta y lo alimenta, y entre todas tus criaturas hasta Ti, hay como una cadena líquida. ¡Yo te saludo, oh mundo liberal a mis ojos! Yo comprendo por qué estás presente: es que el Eterno está contigo y donde está la criatura es porque el creador no la ha abandonado. Yo estoy en ti y tú estás en mí y tu posesión es la mía. ¡Y ahora, por fin, en nostros resplandece el comienzo, resplandece el día nuevo, resplandece en la posesión de la fuente yo no sé qué juventud angélica! Mi corazón no filtra más el tiempo, es el instrumento de mi perduración y el imperecedero espíritu se enfrenta a las cosas pasajeras. ¿Pero he dicho pasajeras? He aquí que en ellas recomienzan. ¿Y mortales? No hay muerte conmigo. Todo ser siendo obra de la eternidad, es también su expresión. La eternidad es presente y todas las cosas presentes suceden en ella. No está desnudo el texto de la luz: vedlo, todo escrito, de un límite a otro: se puede recurrir al detalle más curioso. No falta ni una sílaba. La tierra, el cielo azul, el río con sus barcas y tres árboles cuidadosamente plantados en la ribera, la hoja y el insecto sobre la hoja, esta piedra que yo sopeso en mi mano. La ciudad con todas sus gentes de dos ojos que hablan a la vez, y que tejen y compran y encienden el fuego y cargan los fardos, completa como una orquesta que toca, todo esto es la eternidad y la libertad de no ser le ha sido negada, ¡yo la veo con los ojos del cuerpo, y la produzco en mi corazón! ¡Con los ojos del cuerpo... y en el paraíso no me serviré de otros ojos sino de estos mismos!

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