martes, 17 de abril de 2012

Quevedo sobre las riquezas y el desprecio que Séneca hace a Nerón de recompensa

Enseña cómo es rico el que tiene mucho caudal

Quitar codicia, no añadir dinero,        
hace ricos los hombres, Casimiro:        
puedes arder en púrpura de Tiro        
y no alcanzar descanso verdadero.        

Señor te llamas; yo te considero,
cuando el hombre interior que vives miro,        
esclavo de las ansias y el suspiro,        
y de tus propias culpas prisionero.        

Al asiento del alma suba el oro;        
no al sepulcro del oro l'alme baje,
ni le compita a Dios su precio al lodo.        

Descifra las mentiras del tesoro;        
pues falta (y es del cielo este lenguaje)        
al pobre, mucho; y al avaro, todo.

Séneca vuelve a Nerón la riqueza que le había dado

Esta miseria, gran señor, honrosa,        
de la humana ambición alma dorada;        
esta pobreza ilustre acreditada,        
fatiga dulce y inquietud preciosa;        

este metal de la color medrosa
y de la fuerza contra todo osada        
te vuelvo: que alta dádiva envidiada        
enferma la fortuna más dichosa.        

Recíbelo, Nerón; que, en docta historia,        
más será recibirlo que fue darlo,
y más seguridad en mí el volverlo:        

pues juzgarán, y te será más gloria,        
que diste oro a quien supo despreciarlo        
para mostrar que supo merecerlo.

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