martes, 15 de mayo de 2012

Qué sería de nosotros sin los consejos morales de Quevedo

Reprehende a la adúltera la circunstancia de su pecado

Sola en ti, Lesbia, vemos ha perdido        
el adulterio la vergüenza al cielo;        
pues licenciosa, libre, y tan sin velo,        
ofendes la paciencia del sufrido.        

Por Dios, por ti, por mí, por tu marido,
no sirvas a su ausencia de libelo;        
cierra la puerta, vive con recelo:        
que el pecado se precia de escondido.        

No digo yo que dejes tus amigos;        
mas digo que no es bien que estén notados
de los pocos que son tus enemigos.        

Mira que tus vecinos, afrentados,        
dicen que te deleitan los testigos        
de tus pecados más que tus pecados.   

Describe la vida miserable de los palacios, y las costumbres de los poderosos que en ellos favorecen

Para entrar en palacio las afrentas,        
¡oh Licionio!, son grandes, y mayores        
las que dentro conservan los favores        
y las dichas mentidas y violentas.        

Los puestos en que juzgas que te aumentas
menos gustos producen que temores,        
y vendido al desdén de los señores,        
pocas horas de vida y de paz cuentas.        

No te queda deudor de beneficio        
quien te comunicare cosa honesta;
y sólo alcanzarás puesto y oficio        

de quien su iniquidad te manifiesta;        
a quien, cuando quisieres, de algún vicio        
pudieres acusarle sin respuesta.

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