lunes, 15 de octubre de 2012

'Observaciones y máximas de Blas', de Noel Clarasó (44)

ENFERMEDAD

Todas las enfermedades atacan un poco la cabeza y por esto los enfermos se empeñan en saber exactamente lo que tienen, sin contar que, mientras no lo saben, pueden consolarse pensando que tienen otra cosa que les guste más.

Las enfermedades del corazón siempre son mortales, a la larga; se ha demostrado que todos los enfermos del corazón, aunque vivan cien años, mueren porque se les ha parado el corazón.

La medicina, como ciencia, será siempre tan moderna que nunca dirá la última palabra. La medicina, como arte, es muy antigua, y, como en todas las artes, el éxito depende siempre de la naturaleza del modelo.

En las clínicas las cosas van al revés: son los médicos los que deberían pagar a los enfermos para que se dejaran operar. Preguntaríais: ¿Cómo se ganarían entonces la vida los médicos? Y yo pregunto: ¿Cómo se la ganan ahora los enfermos?

Yo soy médico y, aunque apenas ejerzo mi carrera, sospecho por la experiencia que ya tengo que, si en vez de tratar siempre con enfermos, tratáramos con personas sanas, tendríamos mucho más éxito.

Hasta la gente que no cree en los médicos, cuando está enferma sigue sus consejos al pie de la letra; tal vez es para convencerse de que los médicos se equivocan siempre.

Es bueno comprar todo lo que recetan los médicos y es bueno no tomarlo; todos hemos de vivir.

FELICIDAD

En este mundo hay dos cosas igualmente importantes para la felicidad: no proponernos nunca una cosa determinada y hacer siempre aquello que nos hemos propuesto.

La felicidad es una cosa de la que se habla mucho, como el tiempo; y por mucho que se hable no se cambia nada, también como el tiempo.

La felicidad existe, desde el momento que tanto se habla de ella, y casi todo el mundo le conoce la cara; lo malo es que casi todo el mundo le conoce también la espalda.

La felicidad no existe, es cierto, pero hay tantos substitutivos que no vale la pena romperse la cabeza buscando la delicidad.

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