martes, 9 de octubre de 2012

'Un caso se ríe de un adúltero' y 'Riesgo de celebrar la hermosura de las tontas', sonetos de... Quevedo

Un casado se ríe del adúltero que le paga el gozar con susto lo que a él le sobra

Díceme, don Jerónimo, que dices        
que me pones los cuernos con Ginesa;        
yo digo que me pones casa y mesa;        
y en la mesa, capones y perdices.        

Yo hallo que me pones los tapices
cuando el calor por el octubre cesa;        
por ti mi bolsa, no mi testa, pesa,        
aunque con molde de oro me la rices.        

Este argumento es fuerte y es agudo:        
tú imaginas ponerme cuernos; de obra
yo, porque lo imaginas, te desnudo.        

Más cuerno es el que paga que el que cobra;        
ergo, aquel que me paga, es el cornudo,        
lo que de mi mujer a mí me sobra.

Riesgo de celebrar la hermosura de las tontas

Sol os llamó mi lengua pecadora,        
y desmintiome a boca llena el cielo;        
luz os dije que dábades al suelo,        
y opúsose un candil, que alumbra y llora.        

Tan creído tuviste ser aurora,
que amanecer quisiste con desvelo;        
en vos llamé rubí lo que mi abuelo        
llamara labio y jeta comedora.        

Codicia os puse de vender los dientes,        
diciendo que eran perlas; por ser bellos,
llamé los rizos minas de oro ardientes.        

Pero si fueran oro los cabellos,        
calvo su casco fuera, y, diligentes,        
mis dedos los pelaran por vendellos.

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