lunes, 24 de marzo de 2014

Selección de la "Décima poesía vertical" de Roberto Juarroz (5), uno de ellos con matemáticas

25

El eco disponible que es la vida
necesita localizar su fuente,
encontrar la vibración original,
el espacio sonoro
anterior al primer movimiento
y la sombra sonora
que proyectó la primera palabra.

A menos que la fuente del sonido
no esté al comienzo del tiempo,
sino al final, al cierre
de esta cruel transparencia.

La vida no sería entonces otra cosa
que una corriente al revés,
un eco ambulatorio
separado o quizás expulsado
hacia atrás de su fuente,
un eco que siempre retrocede.

O más todavía :
un eco sin un sonido como origen,
un eco siempre disponible,
la fatal repeticíon de un sonido inexistente.


28

Eras el portador de la aventura,
el huésped de lo insólito,
titular de los trajines del milagro,
depositario de las rúbricas del viento,
capitán del azul inesperado,
reinventor general de lo existente.

No importa que las costras de la vida
sometieran tu heráldico penacho.
No importa que tu enorme expectativa
se hundiera en los sarcófagos bruñidos.
No importa que tus manos siempre abiertas
te las hayan cerrado con usuras.
No importa que tus sueños para todos
se volvieran un sueño para nadie.

Basta sencillamente que hayas sido
lo que alguna vez fuiste:
un hueco de tos joven
en la cueva envejecida del mundo.


38

Continuidad de los sueños,
semejante a la del pensamiento despierto,
aunque un poco más lejos del cordón de las palabras
y sus nudos azules.

Las particiones son iulusorias:
un sueño, una idea, un hueco en la noche.
Pensar y soñar no son divisibles.

Nada más que un solo sueño,
una sola vigilia,
un solo texto,
una sola mirada,
una sola muerte.

Y tal vez no haya más tampoco que una sola vida,
un solo día, un solo amor, una sola noche.
Y nadie que vele sobre la continuidad de los sueños
y las otras continuidades,
como si de lo continuo del universo
se hubiera desprendido para siempre
la faz candente de lo discontinuo.

Pero en la continuidad de los puentes
queda como un trazo indeleble
la discontinuidad de las orillas.

Y en la continuidad de los ritos del amor
yace la fisura paralizada de un grito.

O en la tierra continua de la soledad,
la parcela sin roturar de ciertas palabras
que no caben en la continuidad de ningún lenguaje.

Quizá en algún momento de este mundo o de otro
existió otra figura, otra línea, otro signo,
la más neta versión de la unidad:
la continuidad mayor de lo discontinuo.
La discontinuidad mayor.

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