jueves, 24 de abril de 2014

Ramón G. del Pomar, "El subjuntivo errante" (2)


5.

DESTACAR el poder de los olvidos
ayuda en los procesos purificadores.
Sonríe.
Si algún día nuestros ideales
descubrieran que son meras invenciones,
que somos hijos de las mil mentiras
atesoradas para creer en quien no somos,
surgiría un momento confuso para el barrendero,
y las aceras se medirían por suicidios.
El año pasado,
sin ir más lejos y según algunos,
desapareció la eternidad.
Todos siempre tan ocupados en inventarla o negarla,
que nadie la vio nacer.
Así que no me preguntes
si los sueños van o vienen cuando no dormimos.
¿Has visto dónde va mi aliento cuando no te beso?
¿Has dado con el lugar donde moran las tinieblas
cuando amanece?
¿Y tu entraña,
cuando se extinga la llama,
qué hará sin mi esencia que te impregnó?
Sonrío.


9.

Mirar muy despacio desde el acantilado,
como si el tiempo no existiera
para el esqueleto que nos reviste.
Y cuanto más cerca advirtamos
el rugido de las olas,
los movimientos de una sirena
o el canto de las gaviotas,
mayor ha de ser el espacio de nuestro silencio.
Puede que el mar quiera beberse tu aliento
y alimentarse con el sonido de la venganza.
Tal vez necesite la intensidad de llevarse tus segundos
o la de entregarte las sandalias del reloj que descalzó algún fracaso.
Cuando puedas sentir el roce de su mirada,
el latido de sus besos
y llegar a comprender que tus labios,
luz que se pierde entre el eco de un nombre amargo,
son también dulces,
e incluso si fuiste capaz de darle tu ánimo compensado
y encontrarte muy adentro,
no te consientas colmarla.
Recuerda que volver a nacer lleva su tiempo.

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