miércoles, 28 de mayo de 2014

"Lucy", cuento de Rocío Peñalta Catalán en "Andar por casa" (4)



Lucy




John estaba leyendo en The Guardian los detalles del lanzamiento del satélite artificial Lunar Orbiter 3, cuando su hijo irrumpió en el salón corriendo y gritando:

–¡Papá, papá! ¡Mira lo que he hecho en el cole!

El pequeño Julian le tendió una hoja de papel bastante manoseada con un dibujo. Una niña con un collar de cuentas de colores y los brazos extendidos volaba entre nubes y estrellas en un cielo nocturno.

–Vaya… esto está muy bien –dijo John, mientras veía cómo Julian pugnaba por quitarse el abrigo y la mochila al mismo tiempo–. Ven, que te ayudo.

–No, no. Puedo yo solo. ¿Te gusta? –preguntó a su padre mientras se sacaba un guante tirando de él con los dientes y arrojaba la mochila y el abrigo sobre el sillón.

–Sí, claro. ¿Es una princesa voladora?

–¡No…! –exclamó Julian sonriendo.

–¿Entonces?

–Es Lucy. Lucy O’Donell.

–¡Ah! Así que Lucy O’Donell. ¿Es de tu clase? ¿Una amiga?

–Sí, bueno –dijo el niño enrojeciendo y bajando la mirada.

–¡Así que es tu novia! –John rió y le revolvió el pelo a su hijo cariñosamente.

–No, no. No es mi novia –protestó el pequeño–. Sólo es Lucy volando.

–Yo creía que era una princesa voladora. Como lleva ese collar de perlas…

–No sé. Es Lucy, en el cielo… con diamantes.



Esa tarde, cuando llegó Paul, John le enseñó la canción en la que había estado trabajando, una melodía pegadiza, entre rock y canción infantil. Aún quedaba mucho por hacer, pero podrían incluirla en su próximo disco.

–Por cierto, ¿quién es Lucy? –preguntó Paul interrumpiendo la demostración de su amigo.

–Una compañera de Julian –contestó John, señalando un dibujo infantil que había colgado en la pared del estudio.

Paul arqueó las cejas: –Tu hijo es de lo más psicodélico.



*           *           *



Donald trabajaba con la picola en el área de prospección mientras tarareaba la canción de los Beatles que habían escuchado la noche anterior durante la cena. No lograba quitársela de la cabeza.

–«Cellophane flowers mmm… and green… look for the girl mmmm…». ¡Ey, chicos, creo que he encontrado algo! –exclamó sorprendido al notar cómo su pico tropezaba con un estrato más sólido, y enseguida se arrodilló y comenzó a quitar el polvo con una brocha.

Otros miembros del equipo se acercaron rápidamente y observaron el hallazgo de Donald. Kate y Michael entraron en el agujero y ayudaron al responsable de la excavación a desenterrar lo que parecía ser el esqueleto de un homínido. Después de numerar y fotografiar cada uno de los huesos, los transportaron a la carpa que hacía las veces de laboratorio. En el campamento, situado a unos 150 kilómetros de Adís Abeba, no contaban con los medios técnicos necesarios para datar los restos, pero reconstruyeron el esqueleto sobre la mesa metálica y lo analizaron detenidamente.

–Donald, tío, esto es muy gordo –dijo Michael rascándose la cabeza e inclinándose sobre el hueso de la rótula, todavía manchado de barro.

–Hasta que no regresemos a Cleveland no podremos hacer las pruebas, pero yo diría que esto tiene más de dos millones de años de antigüedad. Debe de ser alguna especie de Australopithecus. Intuyo que es un hallazgo importante –comentó Henry, el encargado del laboratorio, ajustándose las gafas–. Habrá que extraer muestras del terreno, para hacer un estudio bioestratigráfico.

–¡Vamos a salir en los libros, Donald, ya verás! ¡Enhorabuena! –Michael estaba entusiasmado, dando vueltas de allá para acá, mirando de cerca el esqueleto.

–La pelvis es de una hembra –dijo Kate.

–Sí –añadió Henry–. Mide un metro y, en vida, pesaría unos 27 kilos.

–Mirad esto –dijo Donald sosteniendo el cráneo del homínido cuidadosamente y poniéndolo ante la vista de los demás–. Hemos estado analizando la dentadura: las muelas del juicio estaban recién salidas. Era una hembra joven.

–De unos veinte años –precisó Henry.

–¡Pero si era una cría! ¡Una niña! –dijo Michael.

–Una niña antigua –dijo Kate sonriente–. Habrá que bautizarla, ¿no?

–Podríamos llamarla Lucy –dijo Donald recordando el single del grupo británico.



*           *           *



El señor O’Donell estaba impaciente. Su mujer estaba embarazada de seis meses y aquella tarde tenía cita con el ginecólogo.

Desde que había llegado a casa, O’Donell no paraba de dar vueltas. Se había sentado en el sofá a hojear la prensa, se había preparado un té, había visto en la BBC las imágenes de la tierra captadas desde la luna por el laboratorio fotográfico Lunar Orbiter 1, había empezado a escuchar Fidelio y había desconectado el tocadiscos antes de que terminara la obertura, había mirado por la ventana una docena de veces, había encendido un cigarro y lo había apagado después de darle un par de caladas.

«No tengo de qué preocuparme, Helen estará bien –se dijo–. Seguro».

Finalmente, decidió calmarse. Se sentó en su sillón preferido, abrió el libro de antropología que había sobre la mesita y leyó el capítulo dedicado al descubrimiento de Lucy, el esqueleto de un homínido perteneciente a la especie Australopithecus afarensis, de más de tres millones de años de antigüedad. Los restos fueron hallados en el triángulo de Afar, en Etiopía, durante una misión antropológica de la que era responsable el paleoantropólogo estadounidense Donald Johanson.

O’Donell comenzó a tomar algunos apuntes para explicar a sus alumnos del instituto de Weybridge el tema de la evolución del ser humano, que debía exponer el lunes en la clase de ciencias naturales.

En cuanto escuchó las llaves en la cerradura, se levantó dejando caer los papeles y el libro que tenía sobre el regazo.

–¿Qué te ha dicho el doctor? ¿Va todo bien? –preguntó angustiado en cuanto su mujer cruzó la puerta.

–Sí, todo va estupendamente. No te preocupes –dijo Helen mientras colgaba su bolso en el respaldo de una silla–. Y, ¿sabes una cosa? –sonrió enigmáticamente– dice el doctor que será una niña.

–¡Una niña! ¡Una niña! –exclamó O’Donell emocionado–. Entonces…

–Entonces –continuó Helen–, ya podemos decorar la habitación del bebé. E ir pensando un nombre. Qué te parece si la llamamos Margaret, como tu hermana.

–Sí, está bien. Aunque también se podría llamar Helen, como tú, o Lucy…

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