Arquitectura interior
Excavaste en ti mismo
alcobas, escaleras, alacenas. Dispusiste
cierto complejo equilibrio entre las cavidades.
Las comunicaste
mediante los pasadizos adecuados.
Decoraste con gusto y sobriedad
los interiores, y colocaste una buena cerradura
en la puerta que daba al exterior.
Luego has tirado la llave.
Y hoy afirmas
que eres un ser de una pieza, macizo, irreversible,
enteramente libre de oquedades.
Toco el mundo solamente en tu piel
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Ahora es hace mucho.
Jugamos a inventar
la senda más precaria entre la lluvia.
Te has parado un momento.
Hojas lanceoladas
y largos tallos, hilos verdes que cosen
la sangre a un sueño de estrellas
mojadas, infantiles,
leves alfabetos dispuestos por el viento
sobre el capó blanco de un coche.
Qué hermoso, dices.
(Y la palabra se anonada
ante la belleza que tus palabras conjuran).
Y se abre la noche, el asombroso nido,
aquella noche antigua o la inmensa noche actual.
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