lunes, 16 de junio de 2014

Epicteto (4)


DE LA LIBERTAD Y DE LAS ESCLAVITUDES

1. El ser libres o esclavos no depende de la ley ni del nacimiento, sino de nosotros mismos; porque todas las cadenas y todo el peso de ciertas prescripciones legales serán siempre mucho más leves que el dominio brutal de las pasiones no sometidas, de los apetitos insanos no satisfechos, de las codicias, de las avaricias, de la envid

ias y demás desenfrenos. Que aquellas, cuando más, solo podrán pasar sobre el cuerpo, y estas, además, sobre el espíritu. Por malo que sea el amo a que aquellas nos sometan, siempre tendremos momentos de respiro y esperanzas de manumisión; estas nos someten a tantos y tan crueles, que generalmente solo la muerte puede librarnos de su yugo.
2. El que se somete a los hombres se somete previamente a las cosas.

3. Aleja tus deseos y tus temores y no existirá para ti tirano alguno. Si tienes amor a tu cuerpo y a tus bienes, estás perdido; ya eres esclavo. Ello es tu verdadera cadena, tu punto vulnerable.

5. [...] Desengáñate, amigo mío, la verdadera libertad consiste en querer que las cosas sucedan no como se te antoja sino como suceden.

6. [...] No consiste la felicidad en adquirir y gozar, sino en no desear. En esto es en lo que verdaderamente consiste ser libre.

10. Recuerda que el deseo de honores, dignidades y riquezas no es el único que nos esclaviza; el deseo de reposo, de solaz, de los viajes, en una palabra, todas las cosas exteriores nos someten y esclavizan desde el momento en que las codiciamos. Pero como el único y verdadero dueño de todos nosotros es aquel que tiene el poder de darnos o de quitarnos lo que queremos y lo que no queremos, todo hombre que quiera ser libre, deje de anhelar o de rehuir lo que no depende de él, pues, de lo contrario, forzosamente será esclavo.

11. [...] ¿No comprendes que temores y deseos son los sicarios que tus amos mantienen en tu corazón, como en una ciudadela, para sujetarte? Echa fuera esa guarnición, entra en posesión de esa fortaleza, que es tuya, y serás libre.

14. ¿Quieres dejar de pertenecer al número de los esclavos? Rompe tus cadenas y desecha de ti todo temor y todo despecho. Arístides, Epaminondas y Licurgo fueron llamados el justo, el libertador y el dios, respectivamente, no porque poseyeran muchas riquezas y muchos esclavos, sino porque aun siendo pobres dieron la libertad a Grecia.

19. Diógenes decía -y decía muy bien- que el único medio de conservar la libertad es estar siempre dispuesto a morir sin pesar.

22. No enseñan los filósofos al decir que el hombre es libre a que desprecien la autoridad del emperador. Ningún filósofo ha enseñado jamás a rebelarse contra su soberano, ni a negar a su poder cuanto le es debido. En lo que a mí atañe, mi cuerpo, mis bienes, mi reputación y mi familia en sus manos están, y si alguna vez enseño a los demás a retener estas cosas contra su voluntad, que se me condene a muerte. Pero no, no es esto lo que yo predico a quienes quieren escucharme: yo lo único que les enseño es la conservación de su pensamiento, que este sí, este es libre, enteramente libre, porque a la Divinidad le plugo hacerles exclusivos de él.

23. La esclavitud del cuerpo es obra de la fortuna; la del alma lo es del vicio. El que conserva la libertad del cuerpo pero tiene el alma esclava, esclavo es; pero el que conserva el alma libre, goza de absoluta libertad, aunque esté cargado de cadenas. A la esclavitud del cuerpo tan solo una cosa pone término: la muerte; a la del alma, en todo monento, la virtud.

DE LA RELIGIÓN Y DE LOS DIOSES

2. Siempre prefiero lo que sucede, porque estoy persuadido de que lo que los dioses quieren es mejor para mí que lo que yo quisiera. A ellos, pues, mis movimientos, mis voluntades, mis temores. En una palabra: quiero lo que ellos quieren.

5. [...] Además, ¿de qué me serviría tratar de oponerme a vuestros designios? ¿No me vería obligado, a la postre, a obedeceros a pesar mío?

6. [...] que todos tus pensamientos, todas tus palabras y todos tus actos sean los actos, pensamientos y palabras de un hombre que quiere imitar a Dios y parecérsele.

22. La Divinidad te ha dotado de armas para hacer frente aun a los acontecimientos más espantables. Tales armas son, entre otras, la grandeza de espíritu, la fuerza, la paciencia y la constancia. Sírvete, pues, de ellas, y si no lo haces, confiesa, en vez de lamentarte, que has arrojado las armas con que te había hecho fuerte.

31. Los soldados que se alistan en los ejércitos del César están obligados a prestar determinado juramento. ¿Qué dice este juramento? Que para ellos es el César antes que toda otra cosa; que el obedecerán en todo y que incluso están dispuestos a morir por él. Pues bien: piensa ahora en ti, y después que desde que naciste estás ligado a la Divinidad, no solo por haber nacido en sus filas, sino por los muchos beneficios que le debes, ¿no prestarás idéntico juramento? Y, una vez, prestado, ¿serás capaz de quebrantarlo? Porque, ¿te has dado cuenta de la diferencia que hay entre ambos juramentos? El soldado jura que preferirá el bien del emperador a toda otra cosa en el mundo; pero tú lo que juras es preferir a todo tu propio y mayor bienestar.

39. ¿De qué te quejas? La Divinidad te ha concedido lo más grande, lo más noble, lo más excelso, lo más divino de que disponía; el poder de hacer buen uso de tus opiniones y el de encontrar en ti mismo tus verdaderos bienes. ¿Qué más quieres? Vive, pues, contento y no ceses de agradecer y de rogar a un padre tan magnánimo y bondadoso.

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