jueves, 8 de octubre de 2015

Poemas de Rosa Silverio en "Matar al padre" (2, y fin)


36
¿Quiénes somos tú y yo?
Acaso dos frutas o dos espantapájaros que se aman.
¿Quiénes son aquellos?
Acaso los buitres que vendrán a devorarnos.


56
Acercarse a la palabra
sin bifurcaciones
con la paciencia del pescador
que tira su caña al río
y después de largas horas
logra atrapar una trucha.

Mirarla a través del espejo
extender la mano y tocarla en lo inasible
comprenderla en la imposibilidad
en lo que se vislumbra en el imaginario
en lo que se hace posible mediante la escritura
en los dedos manchados de tinta
dispuestos a romperle el candado a la palabra
dispuestos a barrer las hojas secas
a sacudir los visillos y correrlos
para que por fin entre la luz de la mañana.


57
Este lenguaje
estas rosas en mis manos
esta forma tan extraña de acercarme al mundo
de intentar coserlo en la mudez y la vigilia.

Y esta casa
esta caja tan grande para un solo habitante
con tantos recovecos
tantas plantas para regar y poca agua.

Y este cuerpo
esta cápsula que quiere correr hacia el abismo
este gato que no deja de maullar en toda la noche
este lápiz que se toma en la hora última de todas las horas.

Y este lenguaje
estas rosas que me tiemblan en las manos
esta aguja que se hunde en lo profundo
y resurge
puntada tras puntada tras puntada.


63
Abre tu gran boca, Saturno
y cómete a todos los vástagos
que has abandonado en esta tierra.

Empieza por esta humilde servidora
que desde hace tiempo anda en busca de su muerte.

Abre tu gran boca, padre
y conviértete en el gran devorador
en la insaciable personificación del verdugo.

Ten misericordia de tus hijos
y muélenos en el gran molino de tu boca
antes de que la venganza nos ciegue
y entre nosotros se alce el parricida.


68
No soy yo
no estoy
no me pertenezco
Entre estas ramas, entre este nido
entre estas manos
no estoy no soy.

He aniquilado el corazón
lo he matado a palos
he ido a su funeral
le he echado algunas flores sobre la tumba
nadie sospechó que yo era su asesina
Ahora le guardo luto
vestida de negro
como una viuda
despojada de todo cuánto he sido
con un agujero en el pecho por donde circula el aire
en donde los pájaros hacen su casa confundiéndome con un árbol
abandonada a la suerte
esposada a este cuerpo mutilado:
corteza vacía, ramaje deshecho
escombro de lo que he sido.

No soy
no seré ya nunca
ya no hay agua ni cauce.

¿Quién puede con este conato de amor?
¿Será tomada al fin la pesada tijera?

No soy
estoy aquí
pero me he ido.

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